Page 23 - Cuidemos la VIDA
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7. La aventura comienza

                  Un remolino de hojas atraviesa el parque. Sube, baja, hace un rápido zigzag y aterriza
                  donde un grupo de chicos están jugando. De repente los gorros de todos salen volando,
                  el  jopo  de  Lucas  parece  tener  vida  propia  y  las  trenzas  de  Julia  empiezan  a  bailar.
                  Surgiendo de un remolino de hojas secas, los chicos ven un personaje insólito


                  -Soy el Guardián del Viento y vengo a pedirles su ayuda.

                  -¿Y cómo  te podríamos  ayudar nosotros?, solo somos  chicos del  barrio.  No tenemos
                  súper poderes.

                  -Sé perfectamente quiénes son y eso de no tener ningún poder está por verse…

                  - Por ahora tienen justo lo que necesito para la misión que me encomendaron.

                  -¿Y qué podría ser eso?


                  -Ojos para ver y corazón para entender…

                  -¡Vengo a proponerles una aventura!

                  -¿Y qué tendríamos que hacer?


                  - En principio acompañarme en un viaje para que puedan ver por sí mismos.

                  -¿Y cómo viajaríamos?

                  - Volando, por supuesto. Mi chimango puede llevarnos a todos; es parte de su magia.

                  Un  segundo  después  surcaban  el  cielo  muy  por  encima  de  los  árboles,  trepados  al
                  chimango.

                  Los  chicos  estaban  bastante  nerviosos,  y  se  agarraban  con  todas  sus  fuerzas.  No  se
                  preocupen-  dijo el  Guardián sonriendo-, Chimango no dejará que se caigan;  él  cuida
                  muy bien a mis pasajeros.


                  Haremos varias escalas, pero esto es lo primero que quiero que vean.

                  Con el vuelo raudo pero sereno del chimango dejaron pronto las casas del barrio.

                  Empezaron a ver un humo negro de un olor fuerte y penetrante…

                  -¿Qué es eso?

                  - ¡Es la fábrica de autos! – exclamó Tomás. Había una nube espesa que se cernía sobre
                  la ciudad como un plato.


                  -¡Pero qué terrible! Y vos que sos el Viento, ¿no podés hacerlo desaparecer?
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